Realizar esta comparación o éste símil creo que no es tan descabellado. Y es algo que siempre he pensado. En mi época de atleta no era consciente de ello, pero ahora como entrenador lo veo como una realidad. La Maratón es cómo la vida misma.
- Me dispongo en la línea de meta, después de muchos meses de preparación, con nervios, con tensión, con incertidumbre. Nuestros familiares nos acompañan en esta salida, han vivido de cerca nuestra preparación, pero siempre con la seguridad de que sólo eran entrenamientos. No sabemos lo que nos van a deparar estos duros 42,195km, vamos a afrontar la realidad.
- Esto en el útero materno, en el paritorio dispuestos a salir, después de 9 meses de preparación, con la seguridad que me dá la mamá. Ahora son momentos de incertidumbre para todos, ¿saldrá todo bien?, ¿qué vida nos espera?. Vamos a afrontar la realidad de la vida.
- Arranco con el pistoletazo de salida, primeros metros de adaptación, peleándome con la multitud, intento encontrar mi sitio con el estrés de los golpes, traspiés, frenazos, acelerones. Pasamos ese primer kilómetro, y parece que ya todo empieza a estabilizarse, cogiendo el ritmo. Ya se ha ido ese encogimiento abdominal inicial. Todo va bien, el ritmo es cómodo, todo son risas y confianza. La seguridad del grupeto y de tener las fuerzas intactas son muy latentes.
- Empiezan las contracciones, mi tiempo en el útero materno ha terminado, empiezan los golpes con las paredes del útero, luchando por salir, me agarran la cabeza, me estiran, intento salir cómodamente, gritos, y nervios. Parece que todo va bien, han cortado el cordón umbilical. Cesan los gritos, y todo se convierte en risas y alegrías. De repente me encuentro en los brazos de mamá , seguro y cómodo, con mucha fuerza para lo que me queda en la vida.
- Pasan los kilómetros, llegando el 10, el 15, el 20. Todo va de maravilla, el grupo se ha quedado reducido, algunas unidades han ido quedándose en el camino de estos kilómetros. Durante la primera media maratón he ido aprendiendo a llevar la respiración, a adaptarme al ritmo de carrera, superando incluso molestias musculares, pero nada es un problema.
- Empieza mi vida de bebé, con mis papis, mi familia, solo hago comer y dormir. Van pasando los años de mi niñez, adaptándome con felicidad al paso de los años. Nada es un problema, la vida es maravillosa. Antes había más gente alrededor mía, pero el paso de los años ha hecho que fueran desapareciendo, no sé porqué.
- Nos vamos acercando al kilómetro 35, estoy viendo el final más cerca, me digo a mi mismo, que fácil está siendo, creo que correré dos maratones más este año. Soy capaz de hacer kilómetros sin apenas darme cuenta…Pero de repente noto cómo las piernas se ralentizan, y no puedo hacer nada para ir más rápido…Me digo a mi mismo “tranquilo acelera, no pasa nada”. Pero es imposible. Dios mío como me cuesta avanzar 100 metros. Aún a este ritmo creo que lograré terminar.
- Llega la pubertad, cumpliendo 18 años, todo era maravilloso, hasta que conozco a mi primer amor… Pero no soy correspondido, dios mío “no me siento correspondido; no pasa nada”. Aunque el dolor en mi corazón es inmenso tengo que seguir adelante, seguir con mis estudios, y con mi vida.
- Cuando creo que todo parece estabilizarse, todo se complica más, calambres en los cuádriceps. Empiezo a pensar que esto se acaba y que voy a tener que retirarme y no cumplir mi objetivo.
- Llega la universidad, en casa hay problemas, pero parece que, aún con ellos, podré terminar la carrera. Pero de repente mis padres se separan, mi padre nos abandona, y mi madre no creo que pueda pagarme los estudios. Mi sueño de ser Ingeniero creo que se esfuma.
- Estoy en el kilómetro 37. Parado y derrotado, pero de repente alguien para a mi lado. Me coge del brazo, me da un gel, me dice “ánimo cojones yo te acompaño hasta el final”. Mis piernas empiezan a reaccionar y empiezan a echar adelante.
- “Mañana mismo dejo la carrera y busco trabajo mamá, tranquila, saldremos adelante”. Una llamada de teléfono de mi tío. “No os preocupéis yo os voy a ayudar en todo lo que necesitéis, en mi empresa hay trabajo para ti. Y el niño puede seguir los estudios. Animo cojones”
- Entrando en el estadio con esta persona maravillosa, mis familiares en la grada aplaudiendo. No miro ni el cronómetro, con dolor en todo mi cuerpo y en mi alma, y mucho sufrimiento. Pero cruzando la línea de meta. Gracias
- Ha llegado el día que creí que nunca conseguiría, con mucho dolor y sufrimiento. Mi graduación. Está la familia a mi lado y esa persona sin la cual no lo habría logrado, feliz. Gracias.
Esta es una historia, y una comparación. Pero posiblemente todos podáis escribir el símil de vuestro maratón o carrera con vuestra vida. Cuando parece que está todo perdido siempre surge la esperanza. Pero en cualquier caso lo mejor es estar siempre preparados.